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LA FALACIA DEL SISTEMA DEMOCRÁTICO SE SUSTENTA EN LA IGNORANCIA DE LAS MASAS. En algunas ocasiones podríamos preguntarnos qué pensarían los animales (si pudieran hacerlo) de los humanos, si los vieran actuar así -confiando ciegamente en otros humanos corruptos… «A confesión de parte, relevo de pruebas» Por Oscar Martín.

«El pueblo no delibera ni gobierna, sino por medio de sus representantes…» Artículo 22, Constitución Nacional

Depositar en manos de un político toda esperanza (es decir, los bienes, la familia, los sueños y proyectos, el futuro, y peor aún, la propia vida), es un acto que, enfocado desde la razón, aunque también desde el más elemental de los sentidos, esto es, el sentido común, puede llegar a considerarse como un acto de suprema estupidez, impropio de un ser (el ser humano) a quien se le ha proporcionado la poderosa herramienta del raciocinio, de la cual, aparentemente, carecen las demás criaturas. Sin embargo, el acto de introducir una papeleta con el nombre de uno o varios políticos dentro de una caja de cartón, albergando la esperanza de que los nombrados gobiernen para beneficio del pueblo, es, a todas luces, además de una suprema estupidez, un acto de características suicidas, sobre todo teniendo en cuenta que aquellos que resulten elegidos (supuestamente) por mayoría, tendrán en sus manos, como ya dije, los bienes, el destino y las vidas de todos aquellos a quienes dicen representar. Y teniendo en cuenta que «el poder corrompe (y corrompe absolutamente)», mantener la confianza en un sistema así, habla muy mal de la inteligencia de la mayoría de los humanos. A propósito, en algunas ocasiones, imagino qué pensarían los animales (si pudieran hacerlo) de los humanos si los vieran actuar así, confiando ciegamente en otros humanos corruptos, incluso después de haber sido engañados, estafados y robados en varias ocasiones. Pregunta obligada: ¿qué tan lejos puede llegar un país cuyo destino está en manos de políticos impúdicos? No creo que muy lejos.

Mientras escribo estas líneas, en diputados, contra todo pronóstico, el oficialismo logró mantener el veto de Milei y se cayó el financiamiento universitario. El artículo 22 de la Constitución dice: «el pueblo no delibera ni gobierna sino por medio de sus representantes». Los abogados suelen utilizar una especie de máxima jurídica que reza: «a confesión de parte, relevo de pruebas». Por desgracia, todavía hay millones de argentinos que son incapaces de leer entre líneas el citado artículo constitucional, y prefieren seguir suicidándose, confiando ciegamente en los políticos, los supremos representantes del pueblo, según lo establece el «sagrado dogma democrático».

 

Lic. Rodolfo Oscar Martín

Observador Urbano > Fm Nuestra Radio > lun a vie 16 a 20 > Walter Bravo

4 comentarios en «LA FALACIA DEL SISTEMA DEMOCRÁTICO SE SUSTENTA EN LA IGNORANCIA DE LAS MASAS. En algunas ocasiones podríamos preguntarnos qué pensarían los animales (si pudieran hacerlo) de los humanos, si los vieran actuar así -confiando ciegamente en otros humanos corruptos… «A confesión de parte, relevo de pruebas» Por Oscar Martín.»

  • Si bien en nuestro país la política es confusa, opino que es el resultado de las malas acciones de los representantes, más que del sistema político en sí. Gran parte de los animales que viven en grupos eligen a sus líderes basándose en atributos como la robustez y la experiencia para lograr su supervivencia; sin embargo, nuestros representantes, que deberían desempeñar un papel similar, parecen desconectados de la realidad y no han aprendido de los fracasos continuos de las últimas cuatro décadas.

    El autor del artículo expresa indignación por el veto al financiamiento educativo, y aunque entiendo su frustración, considero que, incluso si se hubiera aprobado, no se habría solucionado los problemas de la educación universitaria. Las auditorías y otras medidas propuestas no son suficientes, primero porque quienes las exigen tuvieron injerencia y no denunciaron tales desmanejos. Es decir, la educación en general está en declive por el cómo y qué se enseña. Aquellos que tienen el poder de mejorarla, al alcanzar un cargo por el voto, son precursores de generar debates superficiales, mientras el verdadero objetivo educativo sigue sin cumplirse. En lugar de producir ciudadanos con un pensamiento crítico y sólido, el sistema actual genera individuos que carecen de las herramientas necesarias para reflexionar sobre nuestra realidad.

    Es necesario que los ciudadanos se involucren más en la política para intentar perfeccionar este sistema democrático, que ha sido asumido por vivos que viven de la política en vez de trabajar por el bienestar general.

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    • El sistema democrático no puede perfeccionarse. Es lo que es. Involucrarse en política no resuelve la corrupción, que es intrínseca de todo sistema humano (la democracia es un sistema humano, por tanto, no es perfectible, sino corruptible, salvo que en vez de humanos, seamos dioses). Es el viejo ardid del sistema: involúcrate (no para cambiar nada, porque no podrás hacerlo), sino para legitimar el sistema con tu participación (y tu voto). Es como decir que el crimen y la inseguridad se resuelven con un mayor número de policías en las calles, cuando el problema no se debe a la falta de policías, sino a la corrupción generalizada, no solo en el ámbito político, sino también en lo social y en lo económico (incluso, dentro de la misma policía hay corrupción). Los griegos sostenían que la democracia es «intrínsecamente perversa», por eso siempre desconfiaron de ella. No expreso indignación por el veto al financiamiento educativo (en ninguna parte del texto afirmo tal cosa), sino por la facilidad con la que se corrompen (billetera mediante) los «representantes» del pueblo, prueba irrefutable de que los griegos tenían razón en lo que pensaban acerca de la democracia.

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      • Walter, buenas tardes. Trato de entender tu punto de vista, pero si todo lo que se ha creado el hombre está perdido, y puntualmente el sistema político o democrático, ¿qué sentido tendrían los debates políticos, las mesas de estudio de conflictos o cualquier otra reunión que tenga como finalidad mejorar, cambiar o intentar perfeccionar un sistema creado o regulado por el hombre? Intentar perfeccionar no implica necesariamente lograr la perfección, pero sí mejorar lo que está en uso, como es el caso de nuestra democracia o la política que nos rige.

        Reconozco que existen artimañas que los políticos actuales emplean para legitimar la supuesta democracia, pero eso no debería ser la regla, y justamente esa es mi intención con esta opinión. Si tu argumento de mejorar la seguridad y combatir el crimen es solo con más policías, estás en lo cierto: nada se arreglaría así, sin primero identificar el origen del conflicto. Y de mi parte considero que ese origen parte de:

        – La seguridad jurídica, un tema que lo pones en debate en tu programa radial, y que no solo es relevante para los empresarios, sino también para los ciudadanos comunes. Hoy, está corrompida por los POLÍTICOS.

        – La educación, que no solo es la que los individuos reciben en sus familias, sino aquella por la que todos los ciudadanos pagamos a través de impuestos. Ese servicio educativo debería ser el valor agregado que el Estado asegure en sus ciudadanos, para dejar en claro el valor que tiene una persona y el apego a leyes con un fin de contribuir a la administración del país.

        Buscar argumentos en el pasado, considerando a los filósofos de la historia como únicos visionarios de la realidad, es tratarlos como dioses, o seres humanos perfectos. Si ese fuera el caso, tu visión sobre la política según uno o varios individuos de la historia encajaría perfectamente. Sin embargo considero que la historia o conceptos vertidos por grandes individuos que forzaron al pensamiento de la humanidad, nos debe servir para mejorar o, quizás, perfeccionar (o por lo menos intentarlo) a lo creado por el ser humano, pero no para considerarlo como una verdad absoluta e inapelable.

        Estas líneas no buscan confrontación, sino expresar una opinión que, aunque difícil de alcanzar, considero posible. Un abrazo y saludos cordiales.

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        • Para entablar una discusión relativamente seria, o al menos con ciertas posibilidaes de que prevalezca la razón, todos deben poseer, desde el principio, un mente abierta. De lo contrario no se llegará a buen puerto, menos aún, si quien pretende imponer su punto de vista se apoya en dogmas o en sentimentalismos o en posturas cerradas que no admiten otra posición, reflexión o pensamiento. Respeto a todos, pero dejo una cosa muy en claro: no me gusta intercambiar opiniones con quienes, apoyándose en dogmas discutibles y cuestionables como el sistema democrático, rechazan otras posturas, sin exhibir planteos y fundamentos profundos. He leído muchísimo al respecto (lo demás, lo aprendí a través de las cicatrices en mi propio «cuero»). No se trata de «buscar argumentos en el pasado», tampoco de despreciar a quienes pensaron muy, pero muy por encima del pensamiento simplista actual, es decir los filósofos, que tal vez no sean los «dueños de la verdad» (argumento bastante frágil a la hora de intentar refutar una idea, dicho sea de paso), pero tuvieron la valentía de atreverse a pensar fuera de la caja, es decir, fuera de los dogmas impuestos en su tiempo. Si se admite, al menos, que la llamada «seguridad jurídica» hoy está «corrompida por los políticos», debe admitirse también, por la fuerza de la coherencia, que todo lo demás está corrompido por los mismos políticos, lo que da pie a pensar en una de las falencias incurables, insalvables e imposibles de mejorar del sistema democrático, que es su corrupción intrínseca. «La democracia es intrínsecamente perversa», sostenían los griegos, que a pesar de poseer a las mentes más brillantes, jamás pudieron «mejorar, cambiar y perfeccionar» dicho sistema, simplemente, porque la corrupción es intrínsecamente humana. Ergo, empeñarse tozudamente en mantener un sistema que ha fracasado, no solo ahora, sino desde hace siglos, es cerrarse a la realidad, ampararse en un dogma cuasi religioso, como es para muchos el sistema democrático, y, sobre todo, no dar lugar a mejores alternativas, que las hay y las ha habido a lo largo de la historia. Saludos cordiales.

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