COLUMNA

NO SABE, NO CONTESTA (EN REALIDAD, NO LE IMPORTA) A estas alturas, creo que hasta la paciencia infinita de Dios se agotó ante la imbecilidad de la mayoría. Por Oscar Martín

 

Por Oscar Martín

 

Solo falta que desde la OMS, el Foro de Davos o la Fundación Bill y Melinda Gates, se saquen de la manga una nueva «plandemia» (póngale el nombre que quiera, incluso «síndrome de neurona de burro»), reactiven el protocolo del miedo, cooptando a médicos, políticos, gobiernos, medios de cretinización de masas, y luego de unos meses, ni lerdos ni perezosos, anuncien con bombos y platillos la solución: 10 dosis de una nueva y milagrosa vacuna para todos, con garantía «científica» de «seguridad y eficacia», previa cuarentena de semanas o meses de duración. Y dado que el ser humano es el único imbécil que tropieza mil veces con la misma piedra, una masa de desquiciados correrá, desesperada, a inyectarse la poción mágica, no sin antes culpar de la situación a los que se nieguen a hacerlo, exigiendo además que esta vez la pinchadura venenosa tenga carácter obligatorio, de modo que si han de envenenarse y morir, que sean todos, por aquello de «mal de muchos, consuelo de tontos». Y que nadie pueda salir, ni comer, ni viajar, ni comprar ni vender, si no exhibe su marca de ciudadano sumiso y obediente, completamente vacunado.

Solo falta que algún iluminado, desde la ONU, anuncie una letal catástrofe climática, cuyo responsable directo es el ser humano, junto con las vacas que pedan (lo extraño es que las vacas siempre han pedado sin consecuencia alguna para el ambiente), para que la inmensa mayoría comience a consumir carne sintética o un delicioso platillo hecho a base de gusanos, grillos, langostas o leche de cucarachas, por el bien de todos. Y quien se niegue a consumir tales «delicias», será acusado de «negacionista climático».

Solo falta que lancen un par de misiles hipersónicos con ojivas nucleares, causen alguna devastación controlada en alguna parte del mundo (por ejemplo Europa), para que la mayoría de los pueblos idiotizados se sometan de inmediato a los designios del primer iluminado que aparezca prometiendo «paz y seguridad». Claro, a cambio de renunciar a las soberanías nacionales y entregarse mansos al nuevo orden mundial, convirtiéndose definitivamente en sus esclavos. Y quien se niegue a postrarse ante el nuevo orden, será denunciado, perseguido, encarcelado y asesinado, por «oponerse a la paz y la seguridad de los pueblos».

Solo falta que cualquiera de estas cosas acontezca (en realidad, la primera de ellas ya aconteció en 2020, corroborando que atravesamos tiempos apocalípticos), para darse cuenta que a la inmensa mayoría no le interesa nada que esté fuera de la órbita de su ombligo, ni siquiera lo que haga el gobierno en sus narices contra sus propias vidas, aunque el gobierno actúe a cara descubierta y a plena luz del día. Porque todo lo que se les diga, siempre será considerado por ellos como simples desvaríos de gente loca, adicta a las «teorías de la conspiración». En consecuencia, son como manojos de hierba muerta, seca, preparados para ser arrojados al fuego sin más remedio. A estas alturas, creo que hasta la paciencia infinita de Dios se agotó ante la imbecilidad de la mayoría.

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