UNA SOCIEDAD ENFERMA ENGENDRA PSICÓPATAS Estamos ante un perfecto psicópata, alguien a quien no le importa en absoluto el sufrimiento del pueblo mientras desguaza el país, quien envía el oro de los argentinos a Inglaterra, sin dar ninguna explicación. Por Oscar Martín
Por Oscar Martín
Cualquiera que aún mantenga intacto su sentido común y su capacidad de análisis, y que además haya sido capaz de contener su náusea al oír el discurso pronunciado ayer por Javier Gerardo Milei, seguramente habrá experimentado una profunda sensación de desasosiego, como si estuviese viviendo en otro país, en otra realidad y en otro tiempo. Es que ver y oír a un sujeto canallesco mientras lee frente a tus narices una sarta de mentiras, provoca ira, desazón, en suma, una serie de emociones mezcladas que conducen a formularse una pregunta obvia, aunque también lógica y razonable: ¿cómo diablos llegó un sujeto como Javier Gerardo Milei al cargo de presidente? Si bien la respuesta a tal pregunta puede reducirse a una cuestión meramente electocrática, democrática, kakistocrática o cleptocrática, lo cierto es que existe un trasfondo muy perturbador en la presente realidad de los argentinos, algo que va mucho más allá de una supuesta práctica de civismo y ciudadanía, algo que está mucho más relacionado con la salud mental de la mayoría, con su sentido común, con su capacidad de análisis básico, aquella que no depende de una formación académica previa, pues se origina en lo visceral, en lo puramente sensitivo e instintivo, aquello que cualquiera puede experimentar en su cotidianeidad para arribar luego a conclusiones concretas, claras, evidentes. Como cuando tocas una superficie muy caliente, te quemas y sientes dolor, y como consecuencia de esa experiencia traumática, que produjo en ti un aprendizaje, de ahí en más haces todo lo posible para no volver a repetirla. Ese es el punto que debe tenerse en cuenta a la hora de intentar esbozar un análisis del perfil psicológico de la mayoría de los argentinos, ya que en ellos se evidencia una desconexión casi total con la realidad, esa misma desconexión (siguiendo con el ejemplo mencionado con anterioridad) que permite ignorar la experiencia previa y volver a tocar la superficie caliente una y otra vez, a pesar de sus amargas y dolorosas consecuencias.
¿Y qué hay del otro personaje, el que junto a la sociedad protagoniza esta actual tragedia, es decir, Javier Gerardo Milei, el presidente? Responderé a esta pregunta basándome en mi propia percepción y en mis conocimientos, los cuales, estimo, no están divorciados de la realidad: se dice que la psicopatía es un trastorno de la personalidad que se caracteriza por la falta de empatía y de sentimientos de culpa, así como por el egocentrismo, la impulsividad y la tendencia a la mentira y a la manipulación. Comúnmente, se cree que el comportamiento psicopático está asociado a la conducta criminal; pero lo cierto es que los psicópatas no siempre son asesinos en serie, ya que también pueden estar perfectamente adaptados a la sociedad, a veces sin levantar sospechas de su condición. Autores como Kevin Dutton, Hervey Cleckley o Robert Hare han estudiado la personalidad psicopática en el contexto actual, clasificándola mediante ciertos rasgos, como ser la falta de empatía, el egocentrismo y el narcisismo, cierto encanto superficial, pobreza emocional, conducta antisocial y delictiva, dificultad para aprender de la experiencia, impulsividad y falta de planificación, manipulación, predisposición al aburrimiento, ausencia de remordimientos, promiscuidad sexual.
El mensaje de Javier Gerardo Milei, después de doce meses enquistado en el poder, es claro: quien no se sube al tren-a su tren-va a terminar irremediablemente atropellado, es decir, se deben aceptar todos sus delirios, incluso la patraña del aumento del salario, que según sus palabras, pasó de 300 a 1.100 dólares.
Queda claro que estamos ante un perfecto psicópata, alguien a quien no le importa en absoluto el sufrimiento del pueblo mientras desguaza el país, quien envía el oro de los argentinos a Inglaterra, sin dar ninguna explicación. Frente al escenario donde actúa ese mismo psicópata, existe un pueblo enfermo, adormecido, desconectado de la realidad, que sigue tolerando mansamente sus disparates, mientras se acerca peligrosamente a un abismo desconocido.