UN DESQUICIADO AL SERVICIO DE LA ÉLITE ECONÓMICA Si hubiera que definir cabalmente la actual gestión presidencial, solo bastaría una palabra: saqueo. Por Oscar Martín
Por Oscar Martín
Mientras la complicidad de gran parte del sector político impide someter a Javier Gerardo Milei a un juicio político por insanía manifiesta (al respecto, existe al menos una gravísima denuncia penal presentada por el periodista Santiago Cúneo el 10 de junio de este año, ante el Juzgado Criminal y Correccional Federal 3, caratulada como «abuso de autoridad y violación de los deberes de funcionario público»-Artículo 248 del CP-, aunque incluye acusaciones por tenencia de pornografía infantil, sadismo, con ampliación de denuncia por pedofilia, dentro del Expediente CFP 2263/2024), el autoproclamado aspirante al Nóbel de Economía cumple hoy exactamente un año al frente del Poder Ejecutivo.
Si hubiera que resumir cabalmente la actual gestión presidencial, solo bastaría una palabra: saqueo. Es que todas las medidas tomadas por este nefasto personaje, conducen a un solo objetivo: la transferencia de ingresos hacia el poder económico global, en detrimento del pueblo argentino, sobre todo, de los sectores más postergados. La brutal caída del poder adquisitivo, junto al consecuente aumento de la pobreza y la indigencia, son dos cuestiones que profundizan el dolor-y las lágrimas- de millones de argentinos, tras doce meses en los que el incremento de la brecha entre ricos y pobres dejó muy de manifiesto que la política económica del gobierno está orientada a beneficiar (y maximizar) las ganancias de las grandes empresas, a costa del ajuste y la precarización de amplios sectores sociales, lo que condujo a que la pobreza se estableciera en un 49,9%.
Un año después, con Javier Gerardo Milei termina consolidándose un modelo económico caracterizado por privilegiar exclusivamente a los sectores más poderosos, y aunque más allá de que su delirante idea de eliminar el Estado no se concretó de momento, lo que si logró fue convertirlo en una herramienta eficaz para garantizar y profundizar la desigualdad socioeconómica, tal es así que el mismo INDEC señala que la participación de los trabajadores en el PBI cayó del 45% al 39%, uno de los niveles más bajos de las últimas décadas. Otra muestra emblemática de la política económica de Milei son las retenciones, cuya eliminación en algunos productos significó una transferencia de recursos estimada en casi 10 mil millones de dólares hacia los grandes exportadores.
Pero Javier Milei también castiga a los argentinos que perciben ingresos medios y bajos, ya que las tarifas de los servicios públicos aumentaron entre 300% y 500% en promedio, a lo que debe sumarse la quita de subsidios que no solo complicó la economía de millones de argentinos, sino que, por el contrario, terminó beneficiando a las empresas proveedoras de energía con ganancias extraordinarias.
La inflación, a pesar del optimismo del gobierno, no deja de erosionar los salarios, que ya acumulan una pérdida del orden del 22% desde el inicio de la gestión «libertaria», cuya concepción ideológica dice favorecer la liberación económica, aunque en los hechos termina por consolidar el poder de las grandes corporaciones.
Lo cierto es que un año después quedó muy bien definido quiénes son los que conforman la «casta» para Javier Gerardo Milei, siendo los jubilados sus principales representantes. Según el Centro de Economía Política Argentina (CEPA), los haberes de los jubilados perdieron un 25% de su poder de compra, forzando a muchos jubilados a elegir entre comer y pagar los servicios básicos, o comprar medicamentos.
Mientras tanto, el juez de la Corte Suprema de Justicia de la Nación, Juan Carlos Maqueda, a días de jubilarse, manifestó su preocupación «por las instituciones de la democracia», afirmando «veo nubarrones en el horizonte y me preocupa seriamente». El gobierno, en medio de los festejos por el primer año de gestión, aprovechó la ocasión para deslizar a través del jefe de Gabinete de Ministros, Guillermo Francos, que Javier Milei ya piensa en su reelección. Está claro que en el país de los imbéciles, un desquiciado puede llegar a ser presidente, e incluso soñar con mantenerse en el cargo por años, gracias al perverso sistema democrático y a la ignorancia masiva.