COLUMNA

¡NO VA MÁS! Sobre el escenario de la historia argentina vuelven a aparecer los mismos actores, dispuestos a representar la misma obra, con el mismo final trágico. Por Oscar Martín

 

Por Oscar Martín

 

Se dice que la expresión «¡No va más!» comenzó a utilizarse a finales del siglo XVI en los salones donde se disputaban juegos de naipes. A medida que los jugadores iban quedándose sin dinero para continuar apostando, el anfitrión comenzaba a apagar las luces del lugar, mientras decía «¡No va más!» Esa era la señal para dejar todo e irse a casa. El juego había terminado. En los tiempos que corren, dicha expresión suele oírse en los casinos cuando el crupier se dispone a poner en movimiento la ruleta, dando a entender a los apostadores que se terminaron las vacilaciones. De los naipes a los casinos, el término se hizo más habitual, y hoy se utiliza para indicar que algo «llega a su fin», por ejemplo, cuando ciertos analistas hablan de la necesidad de realizar cambios profundos en el sistema educativo, afirmando que «el modelo actual de escuela pública no va más».

Analizando las estratagemas políticas del actual gobierno, sobre todo considerando la escasa o nula reacción que éstas provocan en la población en general, sometida por una apatía sin parangones, a lo que debe sumarse una resignación casi total frente a la situación socio económica, el panorama no resulta para nada alentador. Milei y su séquito, enfrascados más que nunca en intrigas palaciegas, envían un mensaje implícito, aunque concreto, a toda la sociedad: no hay un plan para resolver la crisis, de hecho nunca lo hubo. El gobierno se vale de medidas rimbombantes con la única intención de ganar tiempo, especulando con un escenario electoral favorable en 2025.  Algunas de esas medidas resultan incluso excesivamente chocantes, antipáticas y hasta muy cuestionables-como el caso de los jubilados y los medicamentos que debe proveerles el PAMI- y terminan reflejando claramente la ausencia de una estrategia encaminada a resolver, o tan siquiera paliar, las graves condiciones económicas que afligen a la mayoría de los argentinos en un tiempo relativamente prudencial.

Y mientras gran parte de la población comienza a habituarse a términos como «macroeconomía» (aunque sin entender de qué se trata la mayoría de las veces), en la intimidad de sus bolsillos un abultado fajo de billetes, cuya desvalorización continúa acrecentándose día a día, les llena de frustración cada vez que recorren las góndolas. Y aunque más de uno, agachando tontamente la cabeza, como sintiéndose culpable de la debacle económica, dice comprender las medidas absurdas del gobierno, esperanzado en que tras un período más de sufrimiento llegará al fin la bonanza, como un náufrago abandonado en una isla desierta que espera ser rescatado algún día, después de haber permanecido en tal condición por más de cuarenta años.

Sobre el escenario de la historia argentina vuelven a aparecer los mismos actores, dispuestos a representar la misma obra, con el mismo final trágico. En ella, durante la escena final, un hombre, caminando a través de un gran salón, va apagando las luces, mientras dice «¡no va más!…el juego ha terminado». El que tenga entendimiento, que entienda.

 

 

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