EL ESTABLISHMENT MEDIÁTICO Y LA CORRECCIÓN POLÍTICA ¿Es que ya olvidaron cómo actuó la inmensa mayoría de los «periodistas» durante la «pandemia», en la cual solo se limitaron a repetir como cotorras las mentiras del gobierno, convirtiéndose en auténticos terroristas mediáticos? Por Oscar Martín
Por Oscar Martín
Si en estos tiempos se escribiera una guía con recomendaciones para el buen ejercicio del periodismo, realizado por quienes conforman el establishment mediático, sin dudas contendría alguno de los siguientes puntos:
1) Las preguntas deben formularse de tal forma que de ninguna manera constituyan una incomodidad para el entrevistado, sobre todo si terminan forzándolo a contar la verdad, más aún si éste es un político o se desempeña en la función pública, en cualquier poder del Estado.
2) No importa la verdad. A la mayoría del público no le interesa.
3) El político es tu mejor aliado. Si no lo incomodas, más temprano que tarde, obtendrás tu recompensa.
4) Cualquier mentira, si sabes matizarla con verdades a medias, se convierte automáticamente en verdad indiscutible.
5) En el periodismo no hay lugar para los héroes. Inmolarse por la verdad es, por tanto, un completo sinsentido.
6) El que paga es el jefe. No importa si la paga llega encubierta, disfrazada de publicidad.
7) En el periodismo, el pensamiento o la reflexión profunda constituyen caminos riesgosos que deben evitarse a toda costa. No sea que conduzcan a la verdad.
8) Evita las repreguntas.
9) Tu deber es informar, no ayudar a pensar.
10) Evita cualquier subjetividad. Solo transmite la noticia.
11) No eres parte del cuarto poder, ni del tercero ni del segundo. Eres un servidor del poder, que es otra cosa.
12) En democracia, el medio solo sirve para comunicar los actos de gobierno. No contribuyas al malestar general hablando de las cosas negativas que le ocurren a la gente.
13) Ser obsecuente con el poderoso te hará crecer.
14) Habla siempre de la coyuntura. A nadie le importa el problema de fondo.
15) No digas que falta el pan. Lo mejor es que hables de lo divertido que es el circo.
16) En última instancia, si todo está yendo muy mal, háblales de fútbol.
17) Cualquier cosa que no provenga de fuentes oficiales o las contradiga, se encuadra dentro de las teorías de la conspiración, pudiendo conformar incluso «fake news». Debe, por tanto, descartarse inmediatamente.
Para los despistados, que los hay, y muchos, aclaro: por medio de esta columna, estoy llevando a cabo el más estricto ejercicio de periodismo, no «periodismo de periodistas». Si el periodismo no hablara de sí mismo, ¿qué utilidad tendría? Porque si hablar del ejercicio del periodismo está mal visto, porque equivale a hacer «periodismo de periodistas», hablar del gobierno, ¿implica hacer «periodismo de políticos» o «periodismo de funcionarios»? Y si hablara del sistema de salud, ¿tampoco podría hacerlo, ya que estaría incurriendo en «periodismo de médicos»? ¿Y de la justicia, de los fiscales y jueces, tampoco? En tal caso, ¿estaría haciendo «periodismo de abogados»? La corrección política ha minado la actividad periodística a tal punto, que incluso el uso del sentido común ha sido abandonado, en aras de la estupidización masiva. ¿Exagero si afirmo que la mayoria de los periodistas se han convertido en meros propaladores a sueldo de la agenda oficial? ¿Es que ya olvidaron cómo actuó la inmensa mayoría de los «periodistas» durante la «pandemia», en la cual solo se limitaron a repetir como cotorras las mentiras del gobierno, convirtiéndose también en auténticos terroristas mediáticos? ¿Es que ninguno de ellos osó «revisar las fuentes»-lo más elemental dentro del ejercicio del periodismo-, a fin de comprobar si efectivamente los hospitales estaban saturados o si un misterioso y letal virus aniquilaba a todos despiadadamente? En aras de la corrección política tampoco cuestionaron el encierro ilegal ni las arbitrariedades cometidas por el poder político-en el orden nacional, provincial y municipal- en ese entonces. ¿Qué clase de periodismo actúa de ese modo? Incluso ahora, cuatro años después, siguen sin cuestionarse lo más obvio: ¿por qué la inmensa mayoría de los no vacunados siguen con vida? o ¿a qué se debe el descomunal aumento del cáncer en gente muy joven? o ¿qué causas son las que provocan tantas muertes repentinas? ¿Y qué pasará si algún atolondrado, desde el poder político, decide volver a encerrarlos a todos, esta vez con la excusa del supuesto «cambio climático»? ¿El establishment mediático repetirá el mismo accionar cobarde y cómplice?
En la práctica, ¿de lado de quién está la mayoría de la prensa? Evidentemente, no del lado del pueblo, nunca podrían estarlo siendo adictos a la más cobarde y estúpida corrección política. Eso les resulta mucho, pero mucho más rentable; pero fundamentalmente, les evita la fatigosa tarea de cuestionar, de dudar, de mirar de reojo, de repreguntar, de investigar, de poner a trabajar las neuronas, en aras de la verdad.