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EL ALTO PRECIO DE LA IGNORANCIA, LA ESTUPIDEZ Y LA COBARDÍA. Por Oscar Martín.

 

Por Oscar Martín

 

Mientras el pueblo argentino continúa revolcándose en un lodo espeso, quejándose de sus desgracias, un grupo minoritario (como era de esperarse, considerando la naturaleza humana) se aprovecha de la situación, enriqueciéndose escandalosamente a plena luz del día, sin que nadie se atreva a tocar sus sucios traseros.

Y aunque se busque a quienes endilgar las responsabilidades del caso, es harto evidente que aquí hay un solo culpable: el mismo pueblo, sumido en la ignorancia, la estupidez y la cobardía. Y no importan las rebuscadas excusas que se esgriman tratando de sostener lo contrario: que los políticos, que la ley, que los jueces, que el Estado de derecho, que la inconstitucionalidad, que la corrupción, que la crisis, que la pobreza, que la desocupación. A no engañarse. Nada de eso conducirá a la salida mientras sea ese mismo pueblo quien convalide, apruebe y ratifique su propia desgracia, votando a sus verdugos.

Porque, ¿a quién culpar ahora? ¿Al ladrón que entró por la noche o a quien, a sabiendas, le dejó la puerta entreabierta? La respuesta inmediata-y lógica-que ensayaría cualquiera, sería: «solo un estúpido dejaría la puerta entreabierta a un ladrón, confiando en que éste no entrará a robar, movido por la compasión y por ser poseedor de un alto concepto de moral y de buenas costumbres». Pues lamento decir que tal conducta (por demás ingenua, infantil y torpe) es la que lleva a la práctica el pueblo cuando confía en un político, ni más, ni menos. No importa si tal político aspira a la presidencia de la Nación, a la gobernación de una provincia, a un cargo legislativo o a una intendencia. Da igual. Con mayor razón, si esa conducta confianzuda del pueblo viene practicándose desde hace décadas, con sus contundentes y nefastos resultados, expuestos a la vista de todos.

Y como sé que más de un tonto replicará que «los males de la democracia se curan con más democracia», se me ocurren otras preguntas: ¿Seguir el mismo camino nos conducirá a la salida? ¿Por cuánto tiempo más? ¿Por otros cuarenta años? Y en el mientras tanto, ¿qué? ¿Seguir presenciando, impávidos, la destrucción y la entrega sistemática del país por parte de aquellos que juran falsamente por «Dios y la patria» (últimamente sobre la Torá), mientras pasan generaciones de argentinos, frustrados ante la perpetua vigencia de una crisis generada por los «errores» de una clase política inepta y corrupta? ¿Acaso todavía hay quien cree que por este camino el país soportará otros cuarenta años, arrastrándose y cayéndose en pedazos, a medida que transcurren los gobiernos y sus correspondientes mentiras, sumadas al alevoso saqueo que practican sin excepción? ¿Vale la pena seguir dejándole la puerta entreabierta al ladrón, cuando dentro de la casa ya no queda casi nada? ¿Qué hará ese mismo ladrón cuando ya no halle nada en la casa? ¿Se irá sin más, o aprovechará la ocasión para someter a los integrantes de la familia a lo que se le venga en gana? Aquel que te roba, también está en condiciones de vejarte, y si se le antoja, también matarte. Sobre todo cuando tiene en sus manos el monopólico poder del Estado, y te ve de rodillas, empobrecido y a su merced. Es propio de la naturaleza humana, nunca lo olvides.

Si como suele decirse, son los pueblos quienes construyen su propio destino, está más que claro que el resignado pueblo argentino adolece de una marcada tendencia al suicidio.

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