LOCALES

MIENTRAS LOS BURROS SE DAN COCES, EL PUEBLO, ACORRALADO, OBSERVA

 

«Un idiota es un idiota, dos idiotas son dos idiotas, pero diez mil idiotas son un partido político». FRANZ KAFKA

Si algo le faltaba a la patética cotidianeidad de los argentinos, era verlos contemplar, resignados y acorralados, una tragicómica pelea de burros. Lo cierto es que tal situación, impensable para muchos en otros tiempos, finalmente se hizo realidad. Y para quien imagine a dos jumentos enfrentándose a patadas, el caso es que no se trata de una pelea entre estos animales, sino más bien entre dos personajes encumbrados de la política nacional (uno, actual presidente; la otra, ex mandataria), a quienes les cabe perfectamente la acepción del término «burro», reconocido y especificado por la Real Academia Española como «persona bruta e incivil», y cuyos sinónimos incluyen, entre otros, los términos torpe, ordinario, necio, idiota, zopenco, zoquete, boludo, inculto, ignorante.

Para quienes crean lo contrario, no se trata en modo alguno de una hipérbole (recurso literario que consiste en exagerar cantidades, cualidades o características de algo o alguien), sino que el término refleja cabalmente las deplorables condiciones mentales y psicológicas de la inmensa mayoría de los componentes de la clase política, condiciones que quedan al descubierto con solo escuchar sus habituales peroratas, ya sea dirigiéndose a un auditorio desde una tribuna, en alguna conferencia de prensa o publicando sus sandeces en las redes sociales. Lo concreto es que la ex mandataria, Cristina Kirchner, muy enojada con Javier Milei, actual presidente, a raíz de que éste eliminara la jugosa jubilación de privilegio de la que goza como ex jefa de Estado, reaccionó calificándolo como «pequeño dictadorzuelo, burro, me das vergüenza». Y no contenta con eso, agregó: «¿Quiénes integran ese «Tribunal de Honor»? ¿Vos, tu hermana y Adorni? La verdad es que si hacen un concurso para ver quién es más burro, salen empatados», concluyó la recientemente «condenada» por la Cámara de Casación, cuyo nivel intelectual, psicológico y moral no es para nada diferente al resto de la impresentable «dirigencia» política.

Más allá de la burrada del gobierno (la Asignación Mensual Vitalicia es ley desde 1991, gracias a los buenos oficios del fallecido, y hoy por hoy, «prócer» libertario, Carlos Menem, constituyendo un derecho adquirido y por tanto, inembargable, que conducirá a un reclamo judicial cuyas costas seguramente habremos de pagar todos), la cuestión que debe considerarse aquí es el nivel mediocre y rastrero de la clase política argentina, cuya sobrada ineptitud y corrupción quedan cada vez más al descubierto, no solo a través de sus expresiones soeces, sino también mediante su marcado desprecio por el pueblo, auténtico convidado de piedra, condenado por su propia paciencia-y su voto- a soportar el estiércol, la orina y las patadas de una dirigencia de burros, amparada por el sistema de burros que los endiosa: la democracia.

Lic. Rodolfo Oscar Martín.

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