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REPUDIO ABSOLUTO A LA PERSECUCION DEL GOBIERNO NACIONAL AL PERIODISMO. Por Leonardo Fernández Acosta

Me preocupa profundamente la situación que atraviesa el periodismo en Argentina, especialmente los recientes despidos en Radio Rivadavia de figuras como Marcelo Longobardi y Viviana Canosa. La partida de Longobardi es particularmente alarmante, ya que estamos hablando de un periodista con una trayectoria admirable, reconocido por su profesionalismo y su capacidad de análisis crítico.
Aunque sus posturas hacia el presidente Milei sean duras y estén cargadas de críticas, nadie puede negar la relevancia de su trabajo y su aporte al periodismo argentino. Su línea editorial, independientemente de si uno coincide con ella o no, no debería ser un factor determinante para su permanencia en los medios. La profesionalidad debe prevalecer sobre las diferencias de opinión.
Por otro lado, Viviana Canosa, con un estilo completamente distinto, también ha sido víctima de esta situación. Personalmente, no comparto su manera de comunicar ni muchas de sus posturas, pero tampoco considero que eso deba ser motivo para silenciarla.
En una democracia, la diversidad de opiniones es fundamental. La libertad de expresión implica precisamente eso: permitir que todos, sin importar cuán polémicos sean, puedan expresar sus ideas. Si no estamos de acuerdo con lo que alguien dice, tenemos herramientas para contrargumentar, disentir, debatir e incluso criticar. Sin embargo, lo que no podemos ni debemos hacer es destruir al otro como si se tratara de un enemigo.
En el contexto actual, esta situación no puede analizarse de manera aislada. El periodismo está siendo asfixiado por múltiples frentes. Por un lado, la locura de este gobierno ha llevado a la pérdida de fuentes laborales debido a presiones relacionadas con la pauta oficial, un problema que no es nuevo pero que parece haber alcanzado niveles preocupantes. Por otro lado, observamos un fenómeno igual de grave: la organización de ejércitos de trolls en las redes sociales, dedicados exclusivamente a atacar y destruir la reputación de periodistas que ya enfrentan dificultades para sostenerse profesionalmente.
Esta persecución no solo ocurre mientras tienen trabajo, sino que incluso se extiende cuando ya han sido despedidos, como si su desaparición mediática no fuera suficiente castigo.
Aunque apoyo las políticas económicas que el gobierno de Javier Milei está implementando, no puedo avalar bajo ninguna circunstancia el comportamiento de algunos de sus seguidores, que actúan como fanáticos irracionales. Estos ataques sistemáticos no solo dañan a quienes critican al gobierno, sino que también deterioran el debate público y atentan contra los valores fundamentales de una sociedad democrática. Es esencial diferenciar entre el apoyo a ciertas ideas políticas y el respaldo a prácticas autoritarias o agresivas.
Mi solidaridad está con Marcelo Longobardi, uno de los periodistas más reconocidos y respetados del país, quien también ha sido un gran formador de nuevas generaciones en la profesión. Asimismo, extiendo mi apoyo a todos los periodistas que, como él, han sido víctimas de los ataques provenientes del poder, independientemente del gobierno de turno. La labor periodística, en su esencia, debería ser independiente y libre, sin estar sometida a amenazas, presiones o campañas de difamación.
Por último, es cierto que las audiencias están cambiando en su manera de consumir información, cada vez más inclinadas hacia el contenido digital. Sin embargo, no debemos ignorar que el uso de ejércitos de trolls para atacar a quienes piensan diferente es un fenómeno que nos acerca peligrosamente a los fundamentalismos de países donde la tolerancia, el disenso y la democracia brillan por su ausencia.
Estos comportamientos no solo dañan a quienes los sufren directamente, sino que también deterioran la calidad del debate público y la salud de nuestra democracia.
Es urgente reflexionar sobre el tipo de sociedad que queremos construir. Si permitimos que estas prácticas sigan avanzando, el espacio para el pensamiento crítico, la diversidad de opiniones y la libertad de expresión se verá reducido, y con ello, nuestra democracia se verá gravemente afectada.
Leonardo Fernández Acosta
Licenciado en Comunicación Social UNLP

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