NO MATARÁS, NO ROBARÁS… Mientras tanto, a llorar democracia en el gallinero, junto al zorro que eligieron para que los devore. Por Oscar Martín
Por Oscar Martín
Cualquiera que tenga dos dedos de frente (es decir, al menos una pizca de sentido común) y todavía no haya sido afectado por la locura social reinante, podrá darse cuenta de que estamos frente a un Estado homicida y ladrón. Y si aún le quedase alguna duda, solo tendrá que abrir los ojos y mirar detenidamente a su alrededor. Creo que con eso será más que suficiente, más aún teniendo en cuenta que la información de casi todo está al alcance de la mano de cualquiera, literalmente. Sin embargo, visto y considerando la cantidad sofocante de tarambanas que habita el país, supongo que será necesario que muestre algunas cifras, comenzando por el primer punto: no matarás…
Desde la sanción de la ley 27610, llamada eufemísticamente «ley de interrupción voluntaria del embarazo», y hasta octubre del año pasado, en Argentina se llevaron a cabo 245 mil abortos (es decir, 245 mil asesinatos de niños inocentes que no cometieron delito alguno, en un país en donde no existe la pena de muerte, incluso para delitos gravísimos), ley que continúa en plena vigencia, a tal punto que puede decirse que forma parte de una política de Estado, ya que su aprobación viene del gobierno anterior. Pero el accionar criminal del Estado no se limita a matar niños inocentes en el vientre de sus madres, de forma alevosa y premeditada, sino que también se expande por medio de la corrupción generalizada, dejando en claro que «la corrupción mata», y esto último no lo afirmo yo, sino que forma parte de la hipótesis de uno de los jueces de la Cámara de Casación (se trata del camarista Gustavo Hornos) que condenó a Cristina Kirchner, y que en sus fundamentos expresó: «La corrupción aparece en las escuelas y hospitales, donde nuevas generaciones y enfermos son asistidos bajo infraestructuras vetustas y sin el acondicionamiento correspondiente. La corrupción nos deja con caminos deplorables, con caminos de tierra, sin rutas viales, o simplemente sin camino alguno». A lo que yo agregaría: esa desidia del Estado es la que provoca muertes en las rutas (solo en 2023 hubo 12 muertes por día en siniestros viales, llegando a sumar 4300 fallecidos en todo el año) o choques de trenes, junto con la caída de los salarios, el desplome de las jubilaciones, el régimen inflacionario, el aumento descomunal de la indigencia y un largo etcétera.
En cuanto al punto no robarás, mencionaré un caso por demás resonante y hasta si se quiere, emblemático, el cual también está relacionado con la rea Cristina Kirchner y su reciente condena: el dinero que se sustrajo de las arcas públicas es el resultado de una maniobra fraudulenta cuya cifra asciende a $84.835.227.378,04… (unos 84 millones de dólares). Pero más allá de considerar la cifra difundida por la justicia (exacta o no), lo que busco es dejar en claro la intencionalidad: no solo es posible robarle al pueblo argentino desde el Estado, sino que las posibilidades de quedar impune para disfrutar de lo robado son elevadas.
¿Y qué hay de los saqueos en las provincias y en los 1300 municipios que existen en todo el país, algunos de los cuales constituyen auténticos feudos inexpugnables en donde no se ejerce ningún tipo de control en relación a las arcas públicas, fundamentalmente porque los organismos de fiscalización creados al efecto están cooptados por el poder político local? ¿Quién controla al zorro, liberado a sus anchas dentro del gallinero, con licencia para robar y matar con impunidad garantizada? Si un senador de la Nación fue retenido en Paraguay portando 200 mil dólares, ¿pueden imaginarse los montos reales de las coimas, solo en los últimos años, dinero robado descaradamente a los argentinos, millones de los cuales ya han descendido a la categoría de virtuales linyeras, gracias a las políticas económicas implementadas por los mismos saqueadores, muchos de los cuales quedarán impunes?
No robarás, no matarás. El Estado argentino roba y mata. Y lo más triste: ejecuta su accionar con la complicidad de gran parte de la población, que cada dos años, consciente y voluntariamente, termina legitimando esos crímenes, convirtiéndose en cómplice de los mismos. ¿Qué bendición puede recibir un país cuyo pueblo tolera los crímenes más atroces de su propio gobierno, y no contentos con eso, comportándose como niños que no reconocen sus culpas, se preguntan por qué viven en continua desgracia…y castigo? La respuesta es simple: para la Justicia de Dios, quien roba, quien mata y quienes lo consienten, no quedan impunes jamás, y terminan comiendo los frutos amargos de sus errores, hundidos en una tragedia sin fin. Mientras tanto, a llorar democracia en el gallinero, junto al zorro que eligieron para que los devore.