COLUMNA

POBRES, ESTÚPIDOS Y ABSOLUTAMENTE CONTROLABLES Esos que todavía creen en los charlatanes que salen de los partidos políticos para estafarlos y engañarlos una y otra vez. Por Oscar Martín

 

Por Oscar Martín

 

«Escucha, pueblo tonto y estúpido, que tiene ojos pero no quiere ver, que tiene oídos pero no quiere oír».  JEREMÍAS 5:21

 

Ya no quedan dudas. Es evidente que nos quieren pobres, estúpidos y absolutamente controlables. Y también es muy evidente que ya casi lo lograron. Porque son mayoría los arrastrados, los imbéciles, los lamebotas, los que toleran que les arrebaten todo (incluso sus miserables derechos de esclavo), los que bajaron los brazos, los que siguen votando (convertidos ya en sadomasoquistas, o suicidas), los indiferentes a todo, incluso a su muerte lenta y dolorosa, programada desde una oficina gubernamental. Esa mayoría de imbéciles que se aferra a la democracia, como un enfermo terminal que cree que solo la muerte asistida lo salvará del suplicio de su existencia. Esos que todavía creen en los charlatanes que salen de los partidos políticos para estafarlos y engañarlos una y otra vez. De los supuestos 47 millones de argentinos, ¿qué porcentaje actualmente es pobre, estúpido y absolutamente controlable, teniendo en cuenta lo que ocurió hace tan solo cuatro años?

Y mientras el régimen trata de ocultar el desastre evidente (desastre del que la mayoría ni siquiera se percata, decididos a ejercer plenamente su imbecilidad obcecada), a pesar de todo, los datos salen a la luz, aunque no lo vean los que se tapan los ojos con la primavera financiera (que dicho sea de paso, solo beneficia a los oportunistas de siempre, no a la mayoría de los argentinos):

1- En octubre, la caída del consumo fue del 20% interanual.

2- Las empresas esperan (se trata solo de una expresión de deseos) que el  nivel de ventas alcanzado entre 2022 y 2023, se repita recién dentro de dos o tres años.

3- Los productos en todas sus categorías mostraron bajas abruptas. Entre ellos, higiene y cosmética, con una caída del 25%; bebidas con alcohol, 22%; bebidas sin alcohol, 17%; desayunos y meriendas, 19%; limpieza de ropa y hogar, 18%; perecederos, 17% y alimentación, 17%.

Sin que se produzca una abrupta recuperación del poder adquisitivo de los argentinos, toda esperanza de recuperación caerá en saco roto, más aún si se tiene en cuenta otro dato de la realidad: desde que el desquiciado con peluquín arribó a la Casa Rosada, el salario mínimo, vital y móvil solo se movió hacia abajo, ya que se redujo en un 30% en términos reales. La situación es de tal calamidad (téngase en cuenta que quien se sienta en el sillón de Rivadavia es un encumbrado economista, partidario de la escuela austríaca y futuro Nóbel de Economía, según él mismo), que el retroceso histórico del salario mínimo ya es inferior al que estuvo vigente durante gran parte de la década de los 90, en plena era de la Convertibilidad de Menem-Cavallo, lo que indica un retroceso de un cuarto de siglo.

Pero la gestión del gran economista que preside Argentina (cuyas sabias y oportunas reformas son alabadas por los líderes mundiales, según él mismo) no solo no movió la aguja, sino que todos los indicadores apuntan hacia abajo: la comparación del salario mínimo con los niveles de pobreza e indigencia, por ejemplo, revelan que nos encontramos en una situación peor que la del año 2001, durante la frustrada «revolución de las cacerolas»-la historia se repite como tragedia cuando el pueblo no aprende de ella, evidentemente-, ya que el salario mínimo solo alcanza para cubrir el 54% de la canasta básica de alimentos para una familia tipo, con lo cual la situación de gran parte de los argentinos sería incluso peor que la indigencia.

Sin embargo, nobleza obliga, la responsabilidad no es exclusiva del desquiciado que porta el peluquín, ya que la caída del salario real viene produciéndose de modo acentuado desde hace décadas, gracias a la inoperancia, ineptitud y corrupción de los indiscutibles «representantes» del pueblo (léase políticos de todo pelaje). Vale decir que Milei, en su insanía, contribuyó a acentuarla categóricamente, como era de esperarse… salvo para la mayoría de los argentinos, aquellos que conforman el rebaño de estúpidos, empobrecidos y controlables, sujetos a experimentación social, los mismos que voto en mano, siguen mirando hacia las nubes, esperando que desde allí caigan toneladas de milagroso maná celestial.

 

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