COLUMNA

DEMOCRACIA + POLÍTICOS + PUEBLO IGNORANTE= TRAGEDIA ASEGURADA Los argentinos deberían saberlo mejor que nadie, pues ya llevan casi medio siglo asegurando su propia tragedia. Por Oscar Martín

 

Por Oscar Martín

 

«Los analfabetos del siglo XXI no serán aquellos que no puedan leer, sino aquellos que no podrán desaprender las muchas mentiras que les han condicionado a creer».  GAVIN NASCIMENTO

 

En el sistema educativo nos enseñaron que una ecuación es básicamente una igualdad, desde aquella expresada en modo más simple: 5+3=8, hasta la expresada en términos un poco más complejos: x+3 = -5+6-x  Más tarde, a lo largo de nuestras vidas, comprendemos que existen otro tipo de «ecuaciones», no tan relacionadas con el universo de las matemáticas, aunque  de hecho constituyan una igualdad. Por ejemplo, aprendimos que la práctica de cualquier tipo de maldad, desde la mentira, pasando por la injusticia, hasta llegar al robo o al asesinato, siempre dará como resultado un mal mucho mayor. Mientras que en sentido contrario, para que resulte el bien, será necesario llevar a la práctica la verdad, la justicia, el honor, entre otras virtudes elevadas. Y lo más importante, lo que siempre debe quedar muy claro: el mal jamás puede ser igual al bien, aunque se disfrace del mismo.

Sin embargo, unos pocos también aprendimos que existe un sistema que rechaza de plano aquellos principios, llegando incluso a mezclarlos de una manera tan desordenada, que el resultado final es la confusión absoluta entre el bien y el mal, ya que establece entre ellos unos límites tan difusos, que lo malo termina convirtiéndose en lo bueno, y lo bueno, en lo malo. Peor aún: lo que es bueno y lo que es malo, dentro del sistema democrático,  lo terminan estableciendo la voluntad y el número (bastante reducido, por cierto) de los legisladores que ocupan bancas dentro de cualquier parlamento. De ese modo, es bastante común que en una democracia, actos definitivamente perversos, malos y abyectos, como matar niños inocentes en los vientres de sus propias madres (cuyo eufemismo es el aborto), se transformen rápidamente en algo practicable, tolerable, y por ende, socialmente aceptado. Y no solo eso. Una vez sancionada alguna ley de esas características, suelen establecerse paralelamente medidas punitivas dirigidas a quienes osen cuestionarla, con penas que hasta pueden incluir encarcelamiento, solo por el hecho de hacer público cualquier postura crítica en torno a la normativa. Es decir, la democracia predica la tolerancia al mal con la verdadera intención de silenciar el bien, amordazándolo. Por eso no sorprende que el sistema democrático, proclive a ser atravesado por casi todo tipo de males, acabe generando desgracias mucho mayores, todo ello fomentado por la ignorancia de la mayoría y el accionar de los políticos que, junto a sus adláteres, resultan ser los únicos beneficiados con la vigencia del sistema, mediante el cual, en última instancia, parasitan y corrompen a toda la sociedad.

Por esa razón, con el transcurso del tiempo, y una vez que la sociedad ha sido corrompida por el ejercicio constante del libertinaje que caracteriza y define a este sistema, termina cayendo en las garras del más profundo relativismo moral, haciendo que todo lo que surja de su voluntad resulte falso, corrupto y mediocre, pues la masa, al estar compuesta en su mayoría por individuos sin moral, ignorantes y adictos a la mediocridad, será siempre incapaz de inclinarse hacia lo superior, lo excelso y por ende, lo bueno. Por eso la democracia es un cáncer pestilente, capaz de destruir el orden social pre establecido, generando caos cultural, económico y moral, conformando un caldo de cultivo en el cual prosperan toda clase de parásitos corruptos y desvergonzados, cuyos exponentes más notorios son los políticos. La democracia es perversa y también instrumento de perversión, porque tiene como hábito la práctica constante de males como la mentira, el robo, la injusticia, el soborno, etc. Y como ya he dicho: practicar una serie de males, llegando incluso a consolidarlos como norma social al convertirlos en ley (como el ya mencionado aborto), solo tendrá como consecuencia la aparición de males y desgracias mucho mayores. Los argentinos deberían saberlo mejor que nadie, pues ya llevan casi medio siglo aceptando y naturalizando una serie de males inaceptables (entre ellos, la ideología de género), construyendo con ello su propia tragedia, su camino hacia la desgracia, pues el mal jamás puede convertirse en bien, aunque se disfrace de él, y mucho menos mediante leyes aprobadas entre gallos y medianoche por unos cuantos políticos en el parlamento.

Parafraseando a Gavin Nascimento: los analfabetos del siglo XXI saben leer y escribir. También tienen títulos de grado, incluso de pos grado. Pero siguen siendo analfabetos porque son incapaces de realizar lo más importante: pensar por sí mismos. Por eso forman largas filas cada dos años para votar a sus propios verdugos.

 

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