LOCALES

DEMOCRACIA: LA LARGA (Y VANA) ESPERANZA DE LOS TONTOS

 

«Dura cosa es dar coces (patadas) contra el aguijón». HECHOS 9:5

 

Suele decirse que la experiencia cobra muy caro sus lecciones, y aquellos que son duros de entendimiento, que se empeñan en seguir el derrotero del fracaso una y otra vez, cayendo y rodando sobre las piedras del camino, solo para levantarse y volver a cometer obstinadamente el mismo error-a pesar de los malos resultados de sus propias experiencias y de las múltiples advertencias que en ese sentido recibieron-, al final, ya ni siquiera son dignos de lástima, aunque sí de desprecio, ya que sus conductas nos condenan al desastre. Tras cuarenta años continuos de dar patadas contra el aguijón de la más dura realidad, millones de argentinos persisten en una larga y vana esperanza: solo la democracia (lo que implica decir: algún político bribón y abyecto que surja de las urnas, cual conejo de la galera de un mago), nos sacará de este perpetuo atolladero, olvidando que la principal causa del mismo es, precisamente, la vigencia de un sistema perverso, tramposo, engañoso, corrupto e incluso criminal, como el sistema democrático. Frente a este panorama, ¿tiene sentido intentar torcer el rumbo de las cosas conformando, por ejemplo, un partido político, metiéndose así dentro del sistema para jugar con sus mismas reglas, viciadas de corrupción, solo para terminar siendo parte del engranaje de la partidocracia más vil?

En última instancia, persuadir a los partidarios de la democracia de que en ella no está la salida (incluso después de cuarenta años de nefasta experiencia), es como intentar persuadir a un conductor que pisando el acelerador a fondo, se dirige tozudamente hacia el acantilado, dispuesto a lanzarse al precipicio después de haber tomado una indeclinable decisión suicida. Por supuesto que ese conductor suicida (usado a modo de ejemplo con la intención de representar al votante empedernido), tiene todo el derecho de hacer lo que le venga en gana con su propia vida. Pero ocurre que quienes no pensamos como él estamos obligados a viajar en el mismo auto, rumbo al precipicio.

Lic. Rodolfo Oscar Martín

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