LOCALES

LAS CONSECUENCIAS TRÁGICAS DE LA IGNORANCIA

 

«Los pueblos nunca saben, ni ven, sino lo que se les enseña y muestra, ni oyen más que lo que se les dice».   MARIANO MORENO

 

Discernir entre el bien y el mal, entre lo justo y lo injusto, entre la virtud moral y el crimen, requiere que el individuo posea no solo un firme basamento ético, sino también cierta inteligencia, sin la cual no podrá establecer diferencias-que las hay, y muy profundas- entre lo que está bien y lo que está mal, incluso a pesar del relativismo democrático reinante, el cual acaba incidiendo negativamente en todos los órdenes (político, moral, social). Cuando una sociedad se sumerge en el vacío de la ignorancia, además de corromperse, pierde en primera instancia esa capacidad fundamental de discernimiento, lo que provoca en ella una desastroza inversión moral, donde lo bueno es considerado malo y lo malo bueno. Esa inversión moral es la que acarrea toda suerte de estragos, dando lugar, sobre todo, al hábito malsano de naturalizar lo abyecto, incorporándolo como modelo a seguir, despreciando sus consecuencias obvias y nefastas.

Quien se detenga a analizar, aunque sea superficialmente, la realidad en la que vive, no tardrá mucho en percibir la inclinación de la mayoría de la sociedad hacia lo abyecto, hacia lo obsceno, hacia lo estrictamente material, hacia lo trivial, hacia lo irrespetuoso, en definitiva, hacia el mal (y si existe un beneficio económico como recompensa, mucho mejor). Por supuesto que esta inclinación hacia el mal no prosperaría de ningún modo de no ser reforzada permanentemente desde la esfera del poder político, desde el cual, a diario, emanan los peores ejemplos de corrupción y relativismo moral. Pero esa perniciosa influencia no se circunscribe al ámbito del poder político, de por sí dañino y perjudicial. Los medios de comunicación de masas, transformados actualmente en medios de desinformación y propaganda, persisten en un bombardeo sistemático de superficialidad, ahondando esa inclinación social hacia lo malo, hacia lo no virtuoso. Por tanto, hoy más que nunca, el individuo que desee mantenerse sano en medio de tal caos relativista, debe esforzarse en redoblar su inteligencia, orientándola hacia esa capacidad fundamental de discernimiento entre lo que está mal (y sigue estando mal, a pesar de la tendencia social) y lo que está bien (y sigue estando bien, a pesar de ciertas influencias decadentes). Aquellos que en cambio se dejen arrastrar por las turbias aguas de la ignorancia (dejando en claro que la ignorancia no es exclusiva de quienes no poseen formación académica), serán cómplices absolutos de este oscuro presente, además de su propio sufrimiento. Básicamente, porque la ignorancia hizo, y hará siempre, tiranos y esclavos.

Lic. Rodolfo Oscar Martín

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