LOCALES

LA OCASIÓN HACE AL LADRÓN (A PROPÓSITO DE LOS LADRONES DE GUANTE BLANCO)

 

 

«Cercano está el momento en que veremos si el pueblo manda, si el pueblo ordena, si el pueblo es el pueblo y no una multitud anónima de siervos». JORGE GAITÁN

 

Cualquiera daría por sentado que nadie en su sano juicio se atrevería a dejar la puerta de su casa abierta, más aún durante la noche, sabiendo que casi con total seguridad, terminará recibiendo la desagradable visita de los «dueños de lo ajeno» y, en el peor de los casos, de delincuentes todavía más peligrosos, de modo que si alguien, aunque sea por descuido, olvida cerrar con llave la puerta de calle, pone en riesgo absoluto no solo sus bienes materiales, sino también su propia vida y las de quienes conviven en aquella casa. También es de suponer que nadie en su sano juicio le entregaría las llaves de su casa a un desconocido, por iguales motivos, y evitando, precisamente, otorgar voluntariamente a alguien una oportunidad para delinquir.

En este sentido, existe una teoría formulada por Felson y Clarke en 1998, que sostiene que «la oportunidad es la causa básica del crimen (de cualquier crimen o delito, entiéndase), puesto que el comportamiento del individuo es el resultado de su interacción con el espacio (medio)», al cual estudia y analiza para cometer su delito.  Pero, ¿qué implica esa oportunidad para delinquir? Partamos de la misma definición de oportunidad: momento o circunstancia oportunos o convenientes para algo. Ocasión, conveniencia, coyuntura. De modo que Felson y Clarke no contradicen de ninguna manera aquel viejo principio, utilizado muy a menudo por nuestros abuelos, que dice: «la ocasión hace al ladrón» (expresión tan popular y reconocida, que es bastante probable que todos, al menos una vez, la hayan escuchado a lo largo de sus vidas).

Basádome en ese arraigado y popular principio, y también en la llamada «teoría de la oportunidad», es que traigo a colación algunas consideraciones más que oportunas para este momento aciago que vive el país, relacionándolo con la necesidad de valorar y cuidar no solo nuestros bienes personales, sino también nuestro bien mayor, fruto del esfuerzo de generaciones, de luchas y de derramamiento de sangre, que supimos y pudimos conseguir, y que hoy, por desidia, por tibieza y por falta de dignidad, muchos lo han entregado a los infames enemigos de la patria: Si como he dicho, nadie en su sano juicio dejaría, ni siquiera por descuido, la puerta de su casa abierta, ni tampoco le entregaría las llaves de la misma a un desconocido, y considerando que todos los argentinos somos habitantes de otra «casa», que constituye el país, del cual somos parte, y cuyos bienes nos pertenecen por herencia incuestionable, ¿por qué razón millones de argentinos permiten que los políticos (que en el fondo, son unos completos desconocidos para la mayoría), entren a nuestra casa común, no solo dejándoles en todo momento las puertas abiertas, sino también entregándoles las llaves de la misma (mediante el voto), a sabiendas de que, precisamente, «la ocasión hace al ladrón?» Y considerando que nos han saqueado, ultrajado, estafado, mentido, empobrecido (etc, etc) en reiteradas oportunidades a lo largo de décadas, ¿con qué derecho la mayoría de los argentinos no solo continúa abriéndoles la puerta del país a los infames traidores a la patria, sino que además, impulsados por una confianza ciega y suicida, persisten en entregarles a los políticos las llaves de nuestra libertad, de nuestro futuro, de nuestro destino y de nuestras propias vidas?

La sociedad argentina persiste en un grosero error. Una sociedad manipulada, encadenada y ultrajada por sus captores, los políticos, a los cuales, sin embargo, no deja de admirar, aplaudir (y votar), como víctima desquiciada del «síndrome de Estocolmo».

Lic. Rodolfo Oscar Martín

 

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