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LA TIERRA SIN MAL. En este interesantísimo artículo, Luis Federico Solé Masés nos propone internarnos en un mito instalado por capangas contemporáneos.

De seguido, cada vez más, escucho desde las jerarquías del gobierno hablar de “la tierra sin mal”, asociándola en forma directa con nuestra Provincia y, la ideal situación fraterna en la que viven sus habitantes. Tal vez el término “tierra sin mal” o Yvymarae´ÿ (donde al parecer estamos hoy ahora, ya) no se refiera tan expresamente a un sitio idílico, como el Edén bíblico, donde todos los hombres convivían con sus semejantes, en un ambiente paradisíaco, con recursos inextinguibles. Algo así como como el paraíso prometido al Pueblo elegido por las deidades, e incluso similar al cielo del Cristianismo e Islam.
En definitiva, bien podría entenderse como el “más allá”, pero también el “más acá”, y no necesariamente se conquistaba (ayer y hoy) con un proceder justo, pacífico y recto en la vida. Tampoco era necesariamente para todos o cualquiera la “tierra sin mal”, al parecer: bien podría ser para algunos privilegiados o quienes la conquistaron.
Veamos más sobre la “tierra sin mal”.
El término llamó especialmente la atención a Antonio Ruíz de Montoya, figura prominente de la evangelización de las tribus guaraníticas: según menciona en el “Tesoro de la Lengua Guaraní”, de 1639, aunque no entrevé -o asigne, un significado más profundo, sólo dice que es un “suelo intacto, que no ha sido edificado”.
No obstante la búsqueda de ese territorio fue el mito central que motorizó la invasión Guaraní desde el Caribe hacia el sur del continente, manteniéndolos en un éxodo sin fin, pero también en un estado de guerra también permanente. Bien podía ganarse la “tierra sin mal” descubriéndola, cosa poco probable en la poblada América del Sur, posterior al siglo XI de nuestra era, o invadiéndola militarmente.
El problema para los Guaraníes fue que habían encontrado un límite geográfico hacia el sur y oeste que no podían superar, limitados por los Incas en los Andes, y las diversas etnias que habitaban al Sur del Pilcomayo y de la gran Laguna Bermelha. Esa situación generó que los Guaraníes guerreen y se sometan entre ellos, como bien describe Diego de Alvear en su magistral análisis antropológico de los Guaraníes. Los ambiciosos Guaraníes encontraron en la llegaba del hombre blanco un aliado perfecto para romper la inercia que llevaba siglos. Solo era necesario mostrarle lo que ellos querían ver.
Datados a inicios de S XVI se encontraron crónicas de invasiones Guaranies al Imperio Incaico. Escritos del Inca Garcilaso de la Vega, Alvar Nuñez Cabeza de Vaca y Martin Irala lo describen. Es que los “chiriguanos” (traducido significa “mierda fría”), así llamados los Guaraníes por los Incas, eran invasores obstinados que no perdían motivación pese a ser masacrados una y otra vez.
Pero un día llegó providencialmente el portugués Aleixo García luego de naufragio en la isla de Santa Catarina. Aún faltaba bastante para la invasión de Francisco Pizarro al Perú: Dos décadas para la fundación de Asunción y más de un siglo para que los Jesuitas y Guaraníes se asienten en la actual Misiones.
                         
                                                                                    Aleixo Garcia
Aleixo buscaba lo mismo que todos los blancos: oro y plata. Obviamente los Guaraníes, que querían territorios y vasallos, no tardaron en avisarle que eran los Incas quienes lo tenían… y acá conecta “la tierra sin mal”. ¿Adivinen qué?: para los Guaraníes la “tierra sin mal” era justamente el Imperio Inca, ahí en los mismísimos Andes, un lugar no tan paradisíaco, pero si repleto de riquezas.
El mito tenía cimientos centenarios, pues los Guaranies o chiriguanos, supuestamente hacia siglos peregrinaban a su “sitio sagrado” y existía un camino directo a sus fronteras. Ese camino de peregrinaje se llamaba “Peabirú” (una traducción simple y posible, sería “camino a la región de los Andes”) y conectaba directo, y sin escalas, con un más allá de las montañas por donde se oculta el sol. Allí existía la llamada «Tierra sin Mal» donde vivía el «Rey Sol» y era un reino de justicia, prosperidad y abundancia. Pero para llegar a tal maravilla se necesitaba más poder de fuego, y ahí entraba Aleixo.
Lo que sigue es una síntesis telegráfica de “Plata y sangre: La conquista del Imperio inca y las guerras civiles del Perú” del historiador Antonio Espino López. Para 1524 Aleixo Garcia llegó al territorio central del actual Paraguay y escuchó las “revelaciones místicas” de los guaraníes. Inmediatamente juntó un ejército de 3 mil guerreros, más otros miles de ayudantes, y partió hacia la zona de Potosí para «conquistar el reino del Rey Sol«.
Llegaron hasta las fronteras del Qollasuyu por la ruta del rio Pillqomayo. El Imperio Inca estaba gobernado por el Emperador Wayna Qhapaq y pronto se enteró de la nueva invasión de los insistentes “mierda fría”. El General Inca Yasqa con 10 mil soldados les salió al cruce…
De arranque Aleixo Garcia y sus asociados tuvieron varios triunfos preliminares y consiguieron algún botín, pero en su avance al norte se toparon con el general Inca Yasqa. Las consecuencias fueron desastrosas para Aleixo Garcia y sus guerreros guaraníes. Se calcula que murieron 6 mil guaraníes mientras sólo 200 bajas tuvieron los guerreros defensores incas.
Alexo logró huir a duras penas junto con el botín que había rapiñado, y varios pobladores Chiquitanos y Chanés que había capturado para vender como esclavos. No obstante en su huida se desplazó muy al sur, ingresó al Chaco y allí los Payaguaes lo mataron a fines de 1525 en la zona luego conocida como San Pedro del Ycuamandiyú.
Años más tarde Francisco Pizarro, avanzando desde el norte, encontraría al ejército Inca desangrado por la guerra civil y podría someter al Inca Atahualpa.
De esta manera los Guaraníes (o chiriguanos según los Incas), perdieron la última oportunidad de establecerse en la prometida y ambicionada “tierra sin mal”.
Me gustaría saber hoy, a la luz de cinco siglos de invasión, conquista, colonización y formación de nuevas naciones, a que estrictamente se refieren nuestros capangas contemporáneos, cuando describen al actual territorio Misionero como la “tierra sin mal”.
Luis Federico Solé Masés | Luis de Misiones

Observador Urbano | lun a vie 16 a 20hs | Walter Bravo

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