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NADIE SE HACE CARGO DE ALBERTO FERNANDEZ: NI LAS FEMINISTAS, NI CFK, NI LOS QUE POR AÑOS VIERON EN EL AL MEJOR ANTIKIRCHNERISTA. Se cayeron las caretas y la impostura de género quedó expuesta en toda su dimensión. Las chicas salieron en tropel a diferenciarse, aprovechando la denuncia de Yañez para despegarse de un político caído en desgracia. Por Claudia Peiro

Nadie se hace cargo hoy de Alberto Fernández. Ni su gran electora, la que lo entronizó y lo acompañó como vice en la gestión; ni los que durante más de diez años lo promovieron como la mejor espada contra el kirchnerismo -astilla del mismo palo, la que más molesta-, y que para esa faena lo elevaron al rango de estadista y lo elogiaron al infinito por virtudes y logros imaginarios, hasta que CFK les arrebató esa arma y la volvió contra ellos, en una exitosa maniobra de corto plazo, provechosa para su facción pero desastrosa para el país.

Tampoco se hacen cargo de él las feministas, grandes beneficiarias de una gestión que, en plena pandemia, con el país parado y la inmensa mayoría de los argentinos sufriendo, no encontró mejor idea que poner el pie en el acelerador de la agenda de género. A una sociedad angustiada por el largo parate económico y productivo, Alberto Fernández le respondió con el DNI no binario y la Gestión Menstrual. A la incertidumbre de inversores y empresarios, con un “Presupuesto con perspectiva de género”. A las familias desesperadas frente a las aulas cerradas, con un lote de penes de madera. A los pobres, que cada día eran más, con misoprostol (droga abortiva) a manos llenas.

Y, porque el doblez fue su imagen de marca, a los argentinos que a lo largo y ancho del país respetaron y padecieron las restricciones por la pandemia, Alberto Fernández les respondió con el vacunatorio VIP, las fiestas clandestinas del poder y, sobre todo, con infinita soberbia.

Un gobierno sin plan destinó 3,4 por ciento del PBI a la perspectiva de género: cuatro veces más que lo dedicado a Defensa o Seguridad y 10 veces más que el gasto del Poder Judicial.

Alberto Fernández, en uno de los aununcios de extensión de la cuarentena (Foto: Franco Fafasuli)

Ninguno de los que hoy pretende no conocerlo cuestionó este uso descarado de supuestas causas femeninas -supuestas, reitero- para tapar la mediocridad de una gestión que no encaró los problemas prioritarios de la Argentina, las verdaderas desigualdades y las carencias más urgentes. La Mesa del Hambre se diluyó con la misma rapidez con que engordaba la burocracia del Ministerio de la Mujer y etcéteras.

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